A los 5 años me llevaron sin previo consentimiento mío a una cárcel pintada con colores pasteles. El encerramiento avalado por mis padres duraba 8 horas diarias. Me he obligaban a levantarme a horas infrahumanas en las que solo los enfermos mentales y los trabajadores autómatas y absorbidos por la vorágine social están despiertos. El lugar estaba custodiado por unos espectros femeninos vestidos a la moda pingüino, quienes vigilaban de cerca a las reclusas. En esta cárcel de paga y de buen nombre todo estaba delimitado: la hora de ingerir alimentos, la manera de vestirse, la forma de hablar, la pluma con la que se escribia, todoooooo. Los lunes nos hacian formarnos en la intemperie para entonar un cántico satanico en un idioma proscrito, luego ofrecían sus alabanzas huecas a un disque ser superior. Nuestros pensamientos y comportamientos estaban reglamentados, codificados y eran ampliamente vigilados por las enviadas del infierno. Trataban de convertirnos en corderitos sin cerebro, en ofrendas vivientes a sus más sordidos placeres y deseos de poder. Era triste ver como diariamente miles de alumnas aceptaban en silencio su futuro y hasta alababan a sus captoras educativas. Pero siempre existen rebeldes que se oponen a la tradición y al orden establecido. Por eso puedo asegurar que me divertí mucho jodiendo la vida de las autoridades de aquel antro del supuesto saber. Hacer exactamente lo contrario a lo que me decián paso de ser una costumbre a mi razón de vivir. Obviamente no estaba sola, me acompañaba un grupo de violadoras de leyes. Juntas copiabamos, protestabamos, corrompiamos a los corderitos y haciamos cualquier cosa para que las perras esas no pudieran más con sus vidas. Obviamente cual juana de arco en el siglo 20 tuvimos que soportar la hoguera mil quinientas veces, eramos quemadas en público semanalmente y se les decía a nuestros padres lo mierdas que eramos. ¿Importaba? NO ¿Jodía? SI Y MUCHO. Pero igual seguimos hasta que un día nos dimos cuenta que nuestra condena de 12 años estaba por terminar y no sabiamos si llorar o cagarnos de risa. El último mes de colegio chupamos todos los días, realizamos juergas diarias en los salones y les rompimos los huevos a las profesoras como nunca. Nos robamos banderitas, placas de las clases, cuadros a la virgen, haciamos globitos con condones, y hasta activamos la alarma contra incendios. Por eso ahora cada vez que me acuerdo del colegio tengo sentimientos encontrados, porque es el lugar en el que más me diverti y el que más putee. Es el lugar al que me obligaron a ir y al que en algún punto del tiempo me acostumbré. Por eso ahora lo extraño, sigo viendo a las del grupo con las que quebrabamos leyes pero ya no es exactamente lo mismo, ya no tenemos cuartel de guerra y combates con otras protagonistas se libran en aquel verde campo de batalla. Así que si alguien lee esto y todavía está en el colegio les digo: Disfrutenlo mierdas y jodan como si fuera el último día de sus vidas, porque lo peor que les puede pasar es que los griten o los castiguen pero esas cosas jamás se olvidan, y sí el colegio es de las mejores épocas, pero no si se convierten en corderitos lame culos.
YO NO ME RINDO
Hace 4 años
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